

La iniciativa buscó acercar la ciencia y la tecnología alimentaria a la práctica culinaria, mostrando cómo recursos tradicionalmente subvalorados, por ser un subproducto que generalmente es descartado, pueden transformarse en ingredientes de alto valor a través de una experiencia con enorme valor pedagógico. Desde la industria hasta las cocinas formativas, el recorrido del insumo reflejó el potencial de revalorizar subproductos de manera responsable.
“Considero muy positivo el desafío que se trabajó en conjunto con Camanchaca y Culinary, ya que materializa una idea producto de la necesidad de un cliente. Este ejercicio reúne conceptos de economía circular y sostenibilidad, porque un subproducto que hoy se dispone en grandes cantidades se puede revalorizar y transformarlo en un excelente ingrediente o producto terminado”, señaló Jean Paul Veas, director ejecutivo de CeTA.
Durante la jornada, los estudiantes exploraron el ingrediente a través de sus atributos sensoriales, identificando en él un punto de partida para la creatividad. Según Pilar Villarino, directora de Innovación de Culinary, “el aroma potente del producto y su sabor característico fue un punto de partida para la creatividad. Desde ese perfil sensorial, los estudiantes desarrollaron preparaciones sabrosas y originales que resaltaban su valor culinario”.
El desafío fue también un ejercicio de aprendizaje activo, donde los estudiantes enfrentaron un reto real de la industria: cómo dar un nuevo destino a lo que tradicionalmente se considera un descarte. “Queríamos que entendieran el potencial que tiene un subproducto cuando se aborda desde la innovación”, explicó Villarino.
Para CeTA, este tipo de colaboraciones son esenciales en la transferencia tecnológica hacia la industria alimentaria, validando en terreno cómo los desarrollos del centro pueden aplicarse en preparaciones creativas y de alto valor sensorial.
“A través de la tecnología y conocimiento del equipo de CeTA por un lado, y las preparaciones de Culinary por otro, se puede avanzar en el desarrollo. Además, el hecho de que el cliente, Camanchaca, esté impulsando la innovación alimentaria genera la posibilidad de una nueva línea de negocios que satisfaga a los consumidores”, puntualizó Veas.
Desde Culinary Viña del Mar, la jefa de carrera Carolina Saldías Arrayet destacó el valor pedagógico y humano de la experiencia: “Nos permitió vincular la creatividad gastronómica con la sostenibilidad, explorando el potencial de subproductos marinos desde una mirada innovadora y consciente. Fue una experiencia que reforzó el valor del trabajo colaborativo y la importancia de pensar en una cocina que genere impacto positivo”.
El desafío consolidó un modelo de colaboración virtuosa entre industria, ciencia y formación profesional: Camanchaca desde la producción responsable, CeTA desde el desarrollo tecnológico y Culinary desde la creatividad culinaria y la formación de nuevas generaciones de chefs.
“Nos interesa seguir explorando otros posibles desarrollos que incorporen la sostenibilidad y el aprovechamiento total de los recursos marinos que procesamos”, concluyó Jorge Bernales, gerente comercial de la División Pesca de Camanchaca. “Porque cuando la innovación tiene propósito, el resultado siempre trasciende la cocina”.