En la Región de Coquimbo, una parte importante de los ostiones cultivados nunca llegaban a los mercados. Por su pequeño tamaño o un cambio en el color de su gónada tras el desove, eran descartados sistemáticamente, pese a su alto valor nutricional. Hoy, ese descarte está encontrando un nuevo destino en forma de conserva gourmet, gracias al empuje emprendedor y la articulación con centros tecnológicos.
Pamela Michea, emprendedora local, lidera el proyecto “Valorización de ostiones de bajo calibre mediante la elaboración de una conserva”, una iniciativa que apunta directamente a la diversificación productiva y a la reducción del desperdicio en la acuicultura chilena. El producto estrella: ostiones al merkén, procesados con técnicas de blanqueado y esterilización en autoclave, listos para ser almacenados a temperatura ambiente y con una vida útil extendida.
“La idea nace al observar un problema recurrente en la industria: muchos ostiones no alcanzan los estándares comerciales y terminan desechados, a pesar de su calidad nutricional”, explica Pamela Michea. “Vimos una oportunidad de darles valor agregado con una propuesta innovadora y sustentable”.
El proyecto, que se ejecuta desde octubre de 2024, ha contado desde sus inicios con el acompañamiento técnico de la profesional Ximena Araya, quien no solo aportó en la evaluación del descarte, sino que también fue clave para vincular la iniciativa con el Centro Tecnológico para la Innovación Alimentaria (CeTA). Específicamente, el Centro de Innovación de CeTA en Coquimbo —liderado por Lorena Pacheco — ha sido un aliado fundamental para validar los procesos, aplicar normativas vigentes y facilitar acceso a infraestructura especializada.
“El trabajo conjunto con CeTA ha sido clave. Su experiencia nos permitió transformar una materia prima subvalorada en un producto con alto potencial comercial”, detalla Michea. “El apoyo técnico y el acceso a equipamiento como el autoclave han marcado la diferencia”.
El proyecto no solo responde a una necesidad productiva, sino también a un desafío cultural: reeducar al consumidor y a los actores del rubro marisquero respecto al valor real de estos ostiones. La principal barrera no ha sido técnica, sino simbólica.
“Uno de los mayores desafíos ha sido cambiar la percepción sobre estos ostiones. Muchos no consideran su valor solo por su tamaño o color. Pero con apoyo técnico, una mirada innovadora y mucha convicción, hemos demostrado que pueden transformarse en un producto de alto potencial”, afirma la emprendedora.
La conserva, que se comercializará en formato de 170 gramos, ya cuenta con etiquetado y rotulado bajo norma vigente y se espera que tenga su lanzamiento oficial durante las vacaciones de invierno en Tongoy, con el respaldo del CeTA. Este hito marcará el cierre de los seis meses de ejecución del plan de trabajo.
Con esta propuesta, no solo se abre una nueva línea de producto gourmet del mar, sino que también se instala un ejemplo concreto de economía circular aplicada al territorio, donde la colaboración entre ciencia, emprendimiento y tradición puede convertirse en un modelo replicable para otras materias primas.